Comodoro Rivadavia Imagen tomada de http://www.guiadecabanias.com/ |
La última charla que ofrecí en ciudades de la Provincia del
Chubut, Argentina, fue en el puerto de Comodoro Rivadavia. El título de la
conferencia fue “El petróleo frente a la mirada de la sustentabilidad” lo que
en ese lugar implicó una provocación pues en este momento se extrae de allí el
50 % de los recursos petrolíferos argentinos y pronto este porcentaje aumentará
dados los ricos yacimientos existentes de este recurso no renovable.
Estaban en la audiencia un hombre y una mujer de raza
originaria. La mujer habló con desesperanza sobre la explotación no sustentable
del petróleo y que el gobierno no consultaba a la ciudadanía al respecto de
este tema, más bien se dedicaba a acallar a las personas inconformes.
Independientemente de que su posición estuviera ligada algún tipo de
fundamentalismo, ella se veía genuinamente molesta.
A decir verdad, en el momento de la retroalimentación, también
personas blancas expusieron su preocupación de que la producción de petróleo no
involucrara correctamente a pequeñas empresas dentro de la cadena de valor.
Comenté la importancia del diálogo sur-sur, de la fortaleza
que significa decidir que América Latina sea para los latinoamericanos poniendo
como malos ejemplos las empresas trasnacionales que estaban invirtiendo grandes
capitales en su ciudad en la explotación petrolífera y hablándoles del caso de
México.
Al finalizar la conferencia, Juan Carlos Siarez, de padre
quichua (Juan Simón Siarez) y madre tehuelche (Elcira Serdá), me abordó
diciéndome que era experto en electrónica y que había descubierto un método de
hidrocinética, para obtener energía renovable del flujo de las aguas de ríos o
mares, sin dañar peces.
Yo había comentado a la audiencia que sólo me había recibido
el viento de Comodoro Rivadavia y que no había tenido oportunidad de caminar el
puerto, como es mi costumbre cada vez que llego a un lugar desconocido. Juan
Carlos me ofreció presentármelo, así que al día siguiente pasó por mí al hotel
en el que me hospedaba y dado que en tres horas tendría que estar tomando un
vuelo a Buenos Aires subí de una vez mis maletas a su transporte utilitario en
el que carga su herramienta pues él se dedica al oficio de electricista, aunque
antes que nada, es un escritor que a su ver, “ensucia papeles”.
Ojalá que todos los que pretendemos ser escritores
“ensuciáramos los papeles” como Juanca, como le dicen sus amigos. Él padece de
la falta de audición y además de tolerar la discriminación por su origen étnico,
ha tenido que soportar con gran valor el que las personas no respeten su
discapacidad. A esas personas les refiere con franqueza la incapacidad que
tienen al no aceptar su discapacidad de audición.
Juanca me mostró la playa hoy contaminada en la que él y sus
hermanos habían aprendido a nadar y en donde su padre acostumbraba pescar. Me
llevó hasta la parte alta del “Cerro del Chenque” para que me percatara de la
existencia de la gran cantidad de ostras petrificadas allí desde hace millones
de años.
Con orgullo me pidió que lo acompañara al Barrio Petrobelli para
conocer el lugar en el que pronto habrá un Centro de Encuentro, es decir, un
espacio para la convivencia y el aprendizaje de acuerdo a la conceptualización
del prominente arquitecto humanista Rubén Pesci, justo sobre una ladera en medio
de casas humildes; y es que Juanca es un líder social que ha incursionado en la
radio comunitaria conduciendo programas como el de “La hora de las
organizaciones” en el que voces como la de él, pueden ser escuchadas.
Carlos Gómez F.
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