Don Jaime Benavides Pompa |
Conocí a don Jaime Benavides Pompa en 1995 en el desarrollo
de los preparativos del cuarto centenario de la ciudad de Monterrey Nuevo León.
Entonces, los mejores hombres y mujeres de la gregaria
comunidad regiomontana participaban en el Patronato Monterrey 400 para
organizar grandes eventos y foros que apuntalaran la trascendencia del
aniversario de una ciudad que nació con el adjetivo de metropolitana, cuando
apenas en su fundación se componía de un sencillo caserío a la par de los ojos
de agua de Santa Lucía.
Nacido el 10 de marzo de 1933, era un hombre culto cuya
robustez parecía la antítesis de su notable afabilidad. Aunque fue un buen conversador
y un ser un tanto bohemio pues cuando veía a su amigo Felipe González, expresidente
de España, le agradaba que hubiera alguna guitarra para compartir la música
mexicana; don Jaime prefería la acción a las palabras y no le gustaba perder
tiempo en futilidades.
Como norteño que era, amaba el campo y en 2006 ya contando
con 73 incursionó en la agroindustria. Le importó mucho apoyar al campesinado. Antes
invirtió tiempo y recursos económicos en la producción de avestruz, para
aprovechar su carne, huevos y piel.
Por cierto, fui uno de los comensales invitados por él la
primera vez que se ofreció en Monterrey un platillo de pechuga de avestruz lo
que ocurrió en el restaurante del Museo Marco, territorio cultural que lidera Nina
Zambrano. Observé el colmillo comercial de Don Jaime que jamás lo abandonó,
porque degustando en la sobremesa un vino coahuilense, nos preguntó a los
presentes sobre la experiencia culinaria que habíamos vivido.
Fue el menor de los siete hijos de don Felipe Benavides
Guerra fundador de Farmacias Benavides y cursó la Maestría en Alta
Administración en la Universidad de Harvard. Cuando se hizo cargo de la
presidencia del negocio familiar logró llevarlo a la Bolsa Mexicana de Valores.
Pero don Jaime fue mucho más que un empresario exitoso.
Entendía la importancia de la filantropía médica y siempre estuvo participando
activamente desde la sociedad civil en organismos como el Club Sertoma que por
cierto él trajo a nuestro país.
Su participación fue clave en los trabajos de la Comisión de
Desarrollo Fronterizo del Estado de Nuevo León a finales de los años noventa y
que se coronó con la construcción del Puente Colombia, en los terrenos que
mucho antes se intercambiaron Coahuila y Nuevo León quedando bajo la geografía
de la primera entidad federativa, el municipio de Candela.
Don Jaime fue fundador y presidente de la Fundación UANL
hasta el 30 de abril de 2007 acercando apoyos financieros a esta universidad
que lo sigue reconociendo como uno de sus principales benefactores.
Formó parte del Consejo del Museo de Historia Mexicana
institución que cumplirá el próximo mes de noviembre veinticinco años de
fundada. También participó en la reconversión del centro de la Ciudad de
Monterrey ofreciendo sus ideas y contactos rumbo a la creación del Paseo Santa
Lucía.
Tuve el placer de conocer a su esposa Bertha Villarreal quien
fuera su cómplice cultural pues a ambos les apasionaba la historia y las bellas
artes. De hecho doña Bertha fallecida en 2007, fue una espléndida pintora que
tenía predilección a producir acuarelas con temas norestenses.
En el municipio de Ramos Arizpe, Coahuila existe un bello
boulevard que lleva el nombre de este prohombre regiomontano al que no olvidaré
porque en términos coloquiales puedo atestiguar que fue todo un señorón.
Carlos Gómez F.
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