La primera gran argentina que conocí
fue a la cantante y actriz Nacha Guevara en 1979. Nacha estaba casada con el
compositor y pianista Alberto Favero y juntos hacían temporadas artísticas
ofreciendo conciertos en Monterrey. Favero puso música al poema “Te quiero” de
Mario Benedetti. La protagonista del musical “Evita” era histriónica no sólo en
los espacios escénicos, sino también en su vida cotidiana.
La última gran argentina que traté
cercanamente, -mirá vos-, fue a Sunula, conocida así en el círculo de las artes
visuales de su país. De presencia exuberante tanto por su personalidad y voz,
como por su figura, fue la tercera y última mujer de Antonio Berni, el artista
plástico argentino más importante del Siglo XX cuyas obras se han colocado en
el mercado mundial de las artes en más de medio millón de dólares.
Sunula brilla por sí misma. Su nombre
es Silvina Victoria y es de origen tucumano y con una historia que plasmaré en
un relato dentro de un libro que estoy escribiendo y que llevará el título de
“Mujeres entre el paraíso y el purgatorio”. Ella es psicoanalista, dueña de una
gran cultura y de un incontenible desparpajo.
La conocí en compañía de Gustavo su
exmarido y padre de Matías, el hijo de ambos. Estábamos haciendo fila –una muy
larga- para comer en un restaurante de Buenos Aires lo que permitió que
iniciáramos una conversación. Ella me preguntó por mi legitime Panamá y de allí surgió una reunión que duró apenas dos
horas pero que parecieron más, justo un domingo 25 de mayo, día en que se
celebra popularmente la Revolución de Mayo de 1810 en Argentina.
Fue dibujando a través de una
conversación chispeante la historia de su amor con Berni ante la risa y
complicidad de Gustavo. Antonio Berni nacido en la Ciudad de Rosario en 1905 le
llevaba cuarenta años pero era un hombre que sabía muy bien lo que quería. Ya
era famoso por sus grabados, obras de caballete y murales en los que destacaban
imágenes inspiradas en lo cotidiano de la base de la pirámide social de
Argentina.
Berni plasmó en su obra a dos
personajes que son icónicos en Argentina: Juanito Laguna y Ramona Montiel.
Ambos personajes representaban un submundo que aún existe de acuerdo a las
palabras que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner expresa en una emotiva
carta que le envió a Sunula con fecha de primero de marzo de 2011 en torno a
Antonio Berni y de la que comparto un extracto, cito: “Su obra supo expresar de manera conmovedora la realidad de su pueblo
retratando la otra cara de una Argentina para pocos y desnudando el drama de la
injusticia y de la inequidad.
Su obra tiene una enorme vigencia porque ésa es la Argentina que estamos
transformando. El rostro de Juanito, de Ramona o de los trabajadores en
“Manifestación” nos recuerda el camino que tenemos por delante. Por eso, como
Antonio, creo que el arte debe romper el cerco de unos pocos. El arte nos
pertenece a todos porque también es testimonio y compromiso. Por todos los
Juanitos y todas las Ramonas del país”.
Berni murió en 1981 y fue un artista
de tendencia socio-política de centro izquierda que puso de manifiesto la
pobreza extrema de personas como Juanito Laguna y el círculo obscuro de la
prostitución de personas como Ramona Montiel, pero no murió su obra.
Sunula en los últimos 18 años de la
vida de Berni lo apoyó en el rol de asistente cuidando los detalles del embalaje
de su obra cuando había que exponerse fuera de Argentina y hasta dirigiendo la
construcción de un tercer piso en el que fuera su taller. Ella no quiso
establecer juicios legales al respecto de los bienes patrimoniales de Berni
porque su obra pertenecía al pueblo. Refiriéndose a ella, Berni quien aseguraba
que para pintar precisaba vivir enamorado, dijo que: “Ella es la belleza y la juventud impregnando todos los actos de mi vida”.
Carlos Gómez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario