martes, 24 de junio de 2014

SUNULA BERNI

La primera gran argentina que conocí fue a la cantante y actriz Nacha Guevara en 1979. Nacha estaba casada con el compositor y pianista Alberto Favero y juntos hacían temporadas artísticas ofreciendo conciertos en Monterrey. Favero puso música al poema “Te quiero” de Mario Benedetti. La protagonista del musical “Evita” era histriónica no sólo en los espacios escénicos, sino también en su vida cotidiana.
 
Imagen tomada de: bdd.espigas.org.ar
La última gran argentina que traté cercanamente, -mirá vos-, fue a Sunula, conocida así en el círculo de las artes visuales de su país. De presencia exuberante tanto por su personalidad y voz, como por su figura, fue la tercera y última mujer de Antonio Berni, el artista plástico argentino más importante del Siglo XX cuyas obras se han colocado en el mercado mundial de las artes en más de medio millón de dólares.

Sunula brilla por sí misma. Su nombre es Silvina Victoria y es de origen tucumano y con una historia que plasmaré en un relato dentro de un libro que estoy escribiendo y que llevará el título de “Mujeres entre el paraíso y el purgatorio”. Ella es psicoanalista, dueña de una gran cultura y de un incontenible desparpajo.

La conocí en compañía de Gustavo su exmarido y padre de Matías, el hijo de ambos. Estábamos haciendo fila –una muy larga- para comer en un restaurante de Buenos Aires lo que permitió que iniciáramos una conversación. Ella me preguntó por mi legitime Panamá y de allí surgió una reunión que duró apenas dos horas pero que parecieron más, justo un domingo 25 de mayo, día en que se celebra popularmente la Revolución de Mayo de 1810 en Argentina.

Fue dibujando a través de una conversación chispeante la historia de su amor con Berni ante la risa y complicidad de Gustavo. Antonio Berni nacido en la Ciudad de Rosario en 1905 le llevaba cuarenta años pero era un hombre que sabía muy bien lo que quería. Ya era famoso por sus grabados, obras de caballete y murales en los que destacaban imágenes inspiradas en lo cotidiano de la base de la pirámide social de Argentina.

Berni plasmó en su obra a dos personajes que son icónicos en Argentina: Juanito Laguna y Ramona Montiel. Ambos personajes representaban un submundo que aún existe de acuerdo a las palabras que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner expresa en una emotiva carta que le envió a Sunula con fecha de primero de marzo de 2011 en torno a Antonio Berni y de la que comparto un extracto, cito: “Su obra supo expresar de manera conmovedora la realidad de su pueblo retratando la otra cara de una Argentina para pocos y desnudando el drama de la injusticia y de la inequidad.

Su obra tiene una enorme vigencia porque ésa es la Argentina que estamos transformando. El rostro de Juanito, de Ramona o de los trabajadores en “Manifestación” nos recuerda el camino que tenemos por delante. Por eso, como Antonio, creo que el arte debe romper el cerco de unos pocos. El arte nos pertenece a todos porque también es testimonio y compromiso. Por todos los Juanitos y todas las Ramonas del país”.

Berni murió en 1981 y fue un artista de tendencia socio-política de centro izquierda que puso de manifiesto la pobreza extrema de personas como Juanito Laguna y el círculo obscuro de la prostitución de personas como Ramona Montiel, pero no murió su obra.

Sunula en los últimos 18 años de la vida de Berni lo apoyó en el rol de asistente cuidando los detalles del embalaje de su obra cuando había que exponerse fuera de Argentina y hasta dirigiendo la construcción de un tercer piso en el que fuera su taller. Ella no quiso establecer juicios legales al respecto de los bienes patrimoniales de Berni porque su obra pertenecía al pueblo. Refiriéndose a ella, Berni quien aseguraba que para pintar precisaba vivir enamorado, dijo que: “Ella es la belleza y la juventud impregnando todos los actos de mi vida”.

Aún Sunula reviste el glamour y la voluptuosidad que la han caracterizado siempre en su elegante piso cuatro del Barrio Congreso. Sería excelente que una retrospectiva de la obra de Berni llegara de su mano a México.

Carlos Gómez

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