miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL OLVIDO NO OLVIDADO

Hace treinta años escribí: “No me gusta el olvido, el olvido es de extraños. Olvidarte sería como la misma muerte, mientras vida me quede, continuarás eterna. “   El olvido poético, es bien distinto al olvido en condiciones de redes sociales que hoy en día parecen ser la plataforma más importante de relacionamiento humano, por lo menos, para los 2700 millones de usuarios del Facebook.
El experimentado comunicador Uldrich Sander, que a la fecha no ha querido involucrarse en Facebook, me compartía que las personas ya hemos perdido el derecho al olvido haciendo referencia a que es imposible borrar aquello en que hayamos aparecido en las redes sociales, y que no nos agrade.
Ciertamente aunque solicitemos a Google quitar de su buscador información que nos pertenece, siempre estará allí pues no desaparecerá la página original.
La vida cotidiana, en condiciones de redes sociales, ya no da lugar a ningún misterio sobre los personajes que admiramos, podemos conocer casi todo de ellos…
El periodista editorial Jorge Ramos apunta en el ensayo titulado “El derecho a ser olvidado”, cito: “Todos alguna vez hemos hecho cosas estúpidas que quisiéramos olvidar”.
Hoy el Instagram, el Twitter, el WatsApp o el Facebook son herramientas digitales todopoderosas que nos inundan de información válida o no, real o ficticia. Dos mil millones de búsquedas en Google y los miles de millones de videos que se pueden ver en YouTube, dan testimonio de esta marejada informativa.
Gracias a que los dispositivos telefónicos de tarifas planas incluyen herramientas gratuitas como el WhatsApp y el Messenger, somos víctimas y victimarios de la multiplicación de mensajes que llegan a toda hora. En mis noches de insomnio, observando los mensajes en mi aparato celular hay algunos mensajes que llegan entre las tres y las cinco de la mañana, mismos que respondo. También soy un cibernauta atrapado por las redes sociales.
Ahora, la vida digital está rebasando peligrosamente a la vida real. En el municipio rural de Bustamante Nuevo León, el Ayuntamiento cuenta con Facebook, también el representante de la Iglesia Católica, y hay un creativo ciudadano que cuenta con uno muy visitado. La población sabe todo de todos aunque a veces haya información no confiable.
Puedo asegurarles que pronto se ofrecerá un doctorado en psicología cibernética que aporte conocimientos sobre la problemática humana que surge de la comunicación digital.

Las desavenencias conyugales que se producen por mensajes que llegan a las personas de manera correcta o incorrecta, son crecientes. Conozco más de diez matrimonios que han llegado al divorcio a raíz de una mala comunicación cibernética.

Cada vez hay más casos de romances de parejas que se conocieron a través de redes sociales y que en general no funcionan. Los individuos que entablan una relación amorosa nacida en el ciberespacio tal vez tuvieron miedo al humano enamoramiento presencial, supliéndolo por un trayecto de imágenes y palabras que se digitan al compás de la soledad.
Me consta que algunos vividores “cazan” a víctimas potenciales a partir de la riqueza económica que se percibe en las fotografías que suben veleidosamente a las redes sociales.

Una expresión de hedonismo extremo son las selfies que a manera de auto retratos se toman personas sin ser actores políticos o estrellas de cine y que llegan a un penoso grupo de seguidores sin voz y sin oficio. La era digital atenta contra la privacidad de todos.

La campaña “Teme a Google” es un intento de frenar a quienes lucran con la privacidad de personas como Jennifer Lawrence, Kate Upton y Scarlett Johansson cuyas fotografías casuales mostrándose desnudas, jamás podrán ser borradas.

En México el gobierno federal se comprometió a abatir la brecha digital para que las poblaciones originarias no estén al margen de los avances de la comunicación cibernética. Si esto se lograra, los demonios por fin podrán circundar a los guardianes de la Tierra, y ellos, los más genuinos habitantes del planeta, tampoco tendrán el derecho al olvido.

Carlos Gómez

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