viernes, 9 de mayo de 2014

HOMENAJE A ROGELIO MADERO

Foto tomada de Internet
Lo conocí en 1991. Prácticamente lo convencí de algo que ya él deseaba hacer: Regresar a su país de origen. El escultor lagunero Rogelio Madero procedía de la misma estirpe del apóstol de la democracia. Su aspecto físico gritaba su origen familiar.
Antes de su retorno vivió por muchos años en Albuquerque, Nuevo México. Había adquirido fama mundial por la calidad de sus esculturas. Algunas de sus obras están entre las pertenencias de connotados políticos estadounidenses y mexicanos. Incluso la Reina Isabel II cuenta con una de ellas.
A finales de ese año de 1991 decidió traer él mismo parte de su herramienta de trabajo en una camioneta con un gran remolque. Lo esperé en el lado mexicano del Puente Colombia en Nuevo León y lo llevé a Bustamante para que descansara. Allí le presenté a mi madrina la gran promotora social Lucy Herrera. La primera credencial de elector que tuvo Rogelio la obtuvo en ese municipio que siempre abre sus brazos a los buenos visitantes.
Para este personaje su proyecto inmediato era establecer una escuela de escultura en Monterrey y el mejor lugar para ello fue el Parque Fundidora que dirigía entonces el innovador Jorge Fernández, un funcionario inusual por su apertura y creatividad.
Así es que Rogelio ya de 55 años pero con una gran vitalidad se instaló en ese emblemático lugar para realizar obras monumentales que afortunadamente subsisten salvo la bella escultura “El Rehilete” que desapareció del Parque Niños Héroes dela ciudad de Monterrey.
No logró consolidar en el Parque Fundidora su escuela de arte y diseño y se trasladó a su lugar de nacimiento. Ya en Torreón su amigo el empresario Pedro Luis Martín Bringas le ofreció la dirección de la Casa del Artista “Ana Mary Bringas de Martín” y allí Rogelio estuvo varios años hasta que estableció en un espacio muy digno, su taller que también funcionó como escuela privada de escultura y diseño.
Prácticamente un poco más de diez años duro el reencuentro de Rogelio con su terruño y allí hizo pronto amigos dentro del gremio empresarial de la CANACINTRA siendo un hombre muy querido y respetado. En este tiempo validó su querencia por la Tierra a través de su contacto con actividades locales que organizaban ambientalistas, -también amigos suyos-, y en las que participaba ampliamente. En ese tiempo creó la escultura “Manto de la Virgen” que ya constituye un ícono para los torreonenses.
La última vez que lo vi fue en febrero pues lo invité a asistir a la presentación de la campaña “Yo con Jimulco” que la Fundación Mundo Sustentable de la mano de la Fundación Jimulco organizó en el Museo Arocena. Rogelio estaba comprometido con esta reserva municipal y anhelaba establecer allí un taller para enseñar sus conocimientos a los pobladores de esta parte de Torreón insuficientemente comprendida y apoyada por sus ciudadanos.
Su hijo mayor, del mismo nombre y de profesión médico estaba dispuesto a acompañar a su padre para emprender los trabajos del taller y con sus utilidades apoyar la reforestación de este lugar.
Mi insustituible amigo, el arquitecto y escultor Rogelio Madero De la Peña nació en Torreón Coahuila el 25 de septiembre de 1936. Al morir en esa misma ciudad el pasado 1 de mayo contaba con 78 años de edad de los cuales 55 los dedicó a su profesión. Recibió reconocimientos internacionales, nacionales y locales por su arte. Hizo prometer a Elvia su viuda y a sus tres hijos, Rogelio, David y Daniel, que pidieran a quienes quisieran enviar flores a su última morada que hicieran mejor un donativo a la Fundación Jimulco A.C. en la cuenta número 405 492 8064 del banco H.S.B.C.
Era de pocas palabras, las suficientes, y aunque era de carácter férreo, Rogelio fue todo un caballero con sus jeans holgados y tirantes, con la barba casi blanca y una risa sincera cargada de picardía que aparecía de pronto, para quedarse.

Carlos Gómez

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