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Imagen tomada de tabascohoy,com |
El rol de niña intrépida, malcriada
y con el arrojo de un niño que a sus cuatro años de edad personificó María Eugenia
Llamas Andresco con el mote de “La Tucita”, la hizo popular en Iberoamérica
porque su histrión permitió el lucimiento actoral de un Pedro Infante que
estaba en la cúspide de su carrera artística en la película “Los tres
huastecos”. La niña de cabellos rubios fue nominada para ganar el “Ariel” que
lo vino obteniendo cuatro años después en 1952 por su actuación en la película
“Los niños miran al cielo”.
María Eugenia murió hace dos
semanas mientras dormía, -tal y como lo deseó- en la ciudad de Guadalajara
cuando estaba de visita en la casa de su hija mayor. El trayecto entre la niña
prodigio y la mujer adulta tuvo altibajos pues su clara inteligencia y agudeza
mental no le permitieron continuar en un medio de oropel que es en el que se
hubiera desarrollado en la farándula de la ciudad de México. Ella fue mucho más
que una talentosa y natural actriz: Fue una mujer con ideas propias que logró
trascender su ego.
La fallecida actriz tenía raíces
española, francesa, ucraniana y lituana. Su padre José María Llamas Olarán
español de origen vasco y su madre francesa María Andresco Kuraitis llegaron a
México en 1939 como refugiados de la Guerra Civil española. Ya siendo una joven
de veintidós años se desposó en 1966 con Rómulo Lozano Morales, un popular animador
de televisión que hizo época en Monterrey. Él la conoció cuando ella era una
niña famosa y tenía el calificativo de la “Shirley Temple mexicana”.
En 1977 la vi dentro de la
concurrencia de la fiesta de quince años de una hija del comediante “El Patillas”
y de la ex bailarina conocida como “Baby Doll” ambos del medio artístico
regiomontano cuando se acostumbraba que hubiera chambelanes y damas para hacer
marco a la festejada. La hija mayor de María Eugenia, del mismo nombre, fue
dama y yo chambelán y en los múltiples ensayos de pronto aparecía “La Tucita”
para ir por ella. Entonces desconocía la importancia y la fama de María Eugenia
Llamas.
Pude haber hecho amistad con ella
desde 1985 pues el director teatral Rogelio Villarreal Garza nos invitó para
hacer mancuerna en la obra “Nada como el Piso 16” de la dramaturga mexicana de
origen español Maruxa Vilalta, proyecto que se montaría para ser presentado en
la inauguración del Teatro Círculo.
Finalmente para mi fortuna entre
1994 y 1999 confluimos constantemente en las reuniones del extinto Consejo
Cultural de Nuevo León y entonces cultivamos una amistad donde ella brilló por
sus comentarios siempre alegres y con visos de genialidad.
Hace apenas tres años María Eugenia
Llamas acudió a la lectura de una comedia musical de mi autoría junto a las
actrices Delia Garda y Emma Mirthala y a los actores Juan Alanís y Juan
Gilberto Flores. “La Tucita” llevaría el papel central representando a la
Señorita Tulitas Hernández –añosa soltera muy a su pesar-, que encuentra el
amor y se transforma en una mujer atrevida luego de perder su doncellez en las
Grutas de Bustamante según la trama de “Que me perdone el Señor de Tlaxcala”.
La escenografía y mobiliario iban a ser reciclados para darle el toque de
sustentabilidad. De haberse montado la comedia el rol de Tulitas lo hubiera
desempeñado a la perfección. María Eugenia cambió su residencia a Cuernavaca.
Se va a extrañar su voz, de tonos
medios, llena de matices que al igual que seducía, resultaba imperativa y hasta
subversiva para expresar una opinión. Tenía una dicción y un manejo de la
palabra, espléndidos. El último reconocimiento que recibió fue la Medalla al
Mérito de la Spanish American Itinerate
Academy of Itinerate Oral Narration en 2007, por su trayectoria de 60 años.
“La Tucita” amaba la tradición oral
y contaba cuentos como ninguna. Murió el pasado 31 de agosto apenas de setenta
años. Espero que hayan quedado para la posteridad audios con su voz
incomparable ya sea leyendo poesía, o narrando historias.
Refiriéndose a su experiencia como
profesora cuando enseñaba teatro a reos, dijo en una entrevista para
televisión: “Soy feliz si alguna persona en alguna parte piensa que le hice
conocer un mundo diferente”.
Carlos Gómez
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