miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA VOZ DE “LA TUCITA”

Imagen tomada de tabascohoy,com
El rol de niña intrépida, malcriada y con el arrojo de un niño que a sus cuatro años de edad personificó María Eugenia Llamas Andresco con el mote de “La Tucita”, la hizo popular en Iberoamérica porque su histrión permitió el lucimiento actoral de un Pedro Infante que estaba en la cúspide de su carrera artística en la película “Los tres huastecos”. La niña de cabellos rubios fue nominada para ganar el “Ariel” que lo vino obteniendo cuatro años después en 1952 por su actuación en la película “Los niños miran al cielo”.

María Eugenia murió hace dos semanas mientras dormía, -tal y como lo deseó- en la ciudad de Guadalajara cuando estaba de visita en la casa de su hija mayor. El trayecto entre la niña prodigio y la mujer adulta tuvo altibajos pues su clara inteligencia y agudeza mental no le permitieron continuar en un medio de oropel que es en el que se hubiera desarrollado en la farándula de la ciudad de México. Ella fue mucho más que una talentosa y natural actriz: Fue una mujer con ideas propias que logró trascender su ego.

La fallecida actriz tenía raíces española, francesa, ucraniana y lituana. Su padre José María Llamas Olarán español de origen vasco y su madre francesa María Andresco Kuraitis llegaron a México en 1939 como refugiados de la Guerra Civil española. Ya siendo una joven de veintidós años se desposó en 1966 con Rómulo Lozano Morales, un popular animador de televisión que hizo época en Monterrey. Él la conoció cuando ella era una niña famosa y tenía el calificativo de la “Shirley Temple mexicana”.

En 1977 la vi dentro de la concurrencia de la fiesta de quince años de una hija del comediante “El Patillas” y de la ex bailarina conocida como “Baby Doll” ambos del medio artístico regiomontano cuando se acostumbraba que hubiera chambelanes y damas para hacer marco a la festejada. La hija mayor de María Eugenia, del mismo nombre, fue dama y yo chambelán y en los múltiples ensayos de pronto aparecía “La Tucita” para ir por ella. Entonces desconocía la importancia y la fama de María Eugenia Llamas.

Pude haber hecho amistad con ella desde 1985 pues el director teatral Rogelio Villarreal Garza nos invitó para hacer mancuerna en la obra “Nada como el Piso 16” de la dramaturga mexicana de origen español Maruxa Vilalta, proyecto que se montaría para ser presentado en la inauguración del Teatro Círculo.

Finalmente para mi fortuna entre 1994 y 1999 confluimos constantemente en las reuniones del extinto Consejo Cultural de Nuevo León y entonces cultivamos una amistad donde ella brilló por sus comentarios siempre alegres y con visos de genialidad.

Hace apenas tres años María Eugenia Llamas acudió a la lectura de una comedia musical de mi autoría junto a las actrices Delia Garda y Emma Mirthala y a los actores Juan Alanís y Juan Gilberto Flores. “La Tucita” llevaría el papel central representando a la Señorita Tulitas Hernández –añosa soltera muy a su pesar-, que encuentra el amor y se transforma en una mujer atrevida luego de perder su doncellez en las Grutas de Bustamante según la trama de “Que me perdone el Señor de Tlaxcala”. La escenografía y mobiliario iban a ser reciclados para darle el toque de sustentabilidad. De haberse montado la comedia el rol de Tulitas lo hubiera desempeñado a la perfección. María Eugenia cambió su residencia a Cuernavaca.

Se va a extrañar su voz, de tonos medios, llena de matices que al igual que seducía, resultaba imperativa y hasta subversiva para expresar una opinión. Tenía una dicción y un manejo de la palabra, espléndidos. El último reconocimiento que recibió fue la Medalla al Mérito de la Spanish American Itinerate Academy of Itinerate Oral Narration en 2007, por su trayectoria de 60 años.

“La Tucita” amaba la tradición oral y contaba cuentos como ninguna. Murió el pasado 31 de agosto apenas de setenta años. Espero que hayan quedado para la posteridad audios con su voz incomparable ya sea leyendo poesía, o narrando historias.

Refiriéndose a su experiencia como profesora cuando enseñaba teatro a reos, dijo en una entrevista para televisión: “Soy feliz si alguna persona en alguna parte piensa que le hice conocer un mundo diferente”.

Ahora no necesitará pedir a Pedro Infante la pistola “pa’ dormir tranquila”, ahora “La Tucita” descansa segura de haber sido una madre ejemplar para María Eugenia, Fernando y Luz María, una buena esposa y una actriz que dejó huella en el cine mexicano.

Carlos Gómez

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