Nadie conoce con certeza quién
acuñó el término “fara-fara”, pero los que habitamos Coahuila, Nuevo León o Tamaulipas,
y somos de cepa, al escuchar estas dos sílabas que se repiten sabemos que se
refieren a un conjunto musical compuesto de acordeón y bajo sexto.
Ayer, dentro del Encuentro con la
Música Norteña fui parte integrante de un coloquio en el que se intercambiaron
ideas y experiencias con el propósito de puntualizar la problemática que tiene
la música norteña de México.
Los convocantes, con el patrocinio
de CONARTE, que es el brazo cultural del gobierno estatal, fueron artistas e
investigadores del tema, todos ellos amigos entrañables como los esposos José
Garza y Luisa Fernanda Patrón y la investigadora e intérprete Marilú Treviño.
La idea fuerza del coloquio fue
dilucidar el valor patrimonial de la música de raíz. Este tema me resulta
trascendente pues desde inicio de los años ochenta del siglo anterior fui un
convencido de la importancia del patrimonio cultural intangible que representan
las polkas, redovas, mazurcas, chotises, huapangos, valses y corridos populares
que se acompañan con acordeón como base melódica.
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Los Madrugadores |
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Los Donneños |
Hay constancia histórica sobre un
soldado norteamericano que en 1847 tocó acordeón en la Plaza de Armas de
Monterrey en la parte media de la Invasión Norteamericana (1846-1848). Después,
con influencia francesa a través de partituras de valses, polkas y mazurcas las
parejas bailaban en salones de gran pompa… o dónde se pudiera.
Ya en la primera mitad del Siglo
XX, los huapangos, corridos y boleros rancheros se ejecutaban por sencillos
músicos en las cantinas aunque ya existían conjuntos como “Los Madrugadores”,
que fueron precursores en el mercado de la grabación de fonogramas. Luego
destacaron “Los Donneños” dueto formado por los nuevoleoneses Mario Montes y
Ramiro Cavazos quienes grabaron en la Unión Americana sus primeros éxitos y
luego tuvieron su propia compañía disquera.
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Carlos y José |



En la última década la industria
discográfica se vino abajo. Un poco antes había empezado a disminuir la calidad
artística de los conjuntos y grupos musicales pues sólo se daban a conocer en
la radio las producciones de quienes daban la llamada “payola” -la corrupción
seduce y reduce-; los derechos de autor de diluyeron con la presencia de la
piratería y ahora con las redes sociales, cualquier persona puede tener acceso
a la música de su preferencia.
Pero esta manera de
comunicación global es la que puede permitir que la música norteña con nuevos
elementos identitarios sobreviva siempre y cuando sus seguidores desarrollen
por ella un verdadero sentido de pertenencia.
Carlos Gómez
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