Escuchar el
lenguaje vacuo y repetitivo de algunos políticos mexicanos en el poder, o de
personas que aspiran llegar a éste ganando contiendas electorales hace pensar
en la pobreza de su castellano y en la necesidad que tienen de profesionalizar
su comunicación verbal.
Cansan los
excesos de gerundios y de adjetivos triunfalistas que expresan para los afines,
y peyorativos para los no afines, así como los cometarios misógenos de ex
funcionarios o de ex políticos que declaran cosas tan brillantes como que las
leyes se hicieron para ser violadas al igual que las mujeres.
El oficio del
político debería ser algo edificante y ejemplar. Pero en general no lo es. Ante
esta profusión de anti adalides del lenguaje, la voz de los poetas
iberoamericanos hacer constar que es posible escribir, leer y escuchar un buen
castellano.
El lenguaje de
los poetas resulta el más prístino y total de los lenguajes pues recoge de
manera simple lo trascendente de los sentimientos globales que forman parte del
conocimiento integral que tienen los humanos sobre sí mismos.
Me parece que el
abordaje de la poesía confesional es una constante que se vislumbra desde la
intuición afectiva e intelectual de quienes construyen poesía. La confesión en
la que el mundo es territorio y el género humano representa el drama de la
vida. Ante esta dupla la comunicación entre los lectores y la poesía
confesional es automática ya que genera una empatía natural.
La poesía
confesional vibra en las palabras que van adquiriendo identidad propia en cada
persona que la hace suya. Es revolucionaria y subversiva hasta en los linderos
del amor. Recoge cada atmósfera, cada sensación sin retórica, sin demagogia,
proyectando el gozo y la soledad. Contiene la pasión de explicar la existencia
con un lenguaje rico que evoca aquello que nos duele y aquello que nos
proporciona sensaciones de bienestar.

“Los amorosos
callan / El amor es el silencio más fino / El más tembloroso, el más
insoportable. / Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, /
son los que cambian, los que olvidan. / su corazón les dice que nunca han de
encontrar, / No encuentran, buscan… / Saben que nunca han de encontrar.
Los amorosos se
ponen a cantar entre labios una canción no aprendida. / Y se van llorando, llorando
/ la hermosa vida.”

Cito un fragmento
de esta poesía de Acuña: “Pues bien yo necesito / decirte que te adoro /
decirte que te quiero / con todo el corazón / que es mucho lo que sufro / que
es mucho lo que lloro / que ya no puedo tanto / y al grito que te imploro / te
imploro y te hablo en nombre / de mi última ilusión.”
¿Cuántas piezas
oratorias podríamos citar de personajes de la política mexicana además de los
doctos y universales escritos del zapoteca inmortal, don Benito Juárez García?
Los políticos
podrían tener un instrumento poderoso de comunicación si hicieran poesía
confesional, no sólo cesiones y contra cesiones. Menos aún declaraciones de que
su ex partido es corrupto cuando tuvieron fama pública al ejercer el poder, de
ser modelo de corrupción.
Carlos Gómez Flores
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