jueves, 2 de octubre de 2014

LA POESÍA CONFESIONAL

Escuchar el lenguaje vacuo y repetitivo de algunos políticos mexicanos en el poder, o de personas que aspiran llegar a éste ganando contiendas electorales hace pensar en la pobreza de su castellano y en la necesidad que tienen de profesionalizar su comunicación verbal.

Cansan los excesos de gerundios y de adjetivos triunfalistas que expresan para los afines, y peyorativos para los no afines, así como los cometarios misógenos de ex funcionarios o de ex políticos que declaran cosas tan brillantes como que las leyes se hicieron para ser violadas al igual que las mujeres.

El oficio del político debería ser algo edificante y ejemplar. Pero en general no lo es. Ante esta profusión de anti adalides del lenguaje, la voz de los poetas iberoamericanos hacer constar que es posible escribir, leer y escuchar un buen castellano.

El lenguaje de los poetas resulta el más prístino y total de los lenguajes pues recoge de manera simple lo trascendente de los sentimientos globales que forman parte del conocimiento integral que tienen los humanos sobre sí mismos.

Me parece que el abordaje de la poesía confesional es una constante que se vislumbra desde la intuición afectiva e intelectual de quienes construyen poesía. La confesión en la que el mundo es territorio y el género humano representa el drama de la vida. Ante esta dupla la comunicación entre los lectores y la poesía confesional es automática ya que genera una empatía natural.

La poesía confesional vibra en las palabras que van adquiriendo identidad propia en cada persona que la hace suya. Es revolucionaria y subversiva hasta en los linderos del amor. Recoge cada atmósfera, cada sensación sin retórica, sin demagogia, proyectando el gozo y la soledad. Contiene la pasión de explicar la existencia con un lenguaje rico que evoca aquello que nos duele y aquello que nos proporciona sensaciones de bienestar.

Un poema de amor de estilo confesional que considero de los más hermosos escritos en lengua castellana es el de “Los Amorosos” del libro Horal (1950) del chiapaneco Jaime Sabines, poema del que transcribo un fragmento:

“Los amorosos callan / El amor es el silencio más fino / El más tembloroso, el más insoportable. / Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, / son los que cambian, los que olvidan. / su corazón les dice que nunca han de encontrar, / No encuentran, buscan… / Saben que nunca han de encontrar.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida. / Y se van llorando, llorando / la hermosa vida.”

En la ciudad de Saltillo nace en agosto de 1849 Manuel Acuña Narro, casi un siglo antes que el año en que Sabines publicó "Los Amorosos", y también con un lenguaje privilegiado crea poesía confesional del más puro romanticismo. “Nocturno a Rosario”, para una mujer del mismo nombre de la que se enamoró y quien estaba ya casada, es la poesía que fue preámbulo literario
del suicidio de este hombre coahuilense que a los veinticuatro años dejó un legado artístico memorable.

Cito un fragmento de esta poesía de Acuña: “Pues bien yo necesito / decirte que te adoro / decirte que te quiero / con todo el corazón / que es mucho lo que sufro / que es mucho lo que lloro / que ya no puedo tanto / y al grito que te imploro / te imploro y te hablo en nombre / de mi última ilusión.”

¿Cuántas piezas oratorias podríamos citar de personajes de la política mexicana además de los doctos y universales escritos del zapoteca inmortal, don Benito Juárez García?

Los políticos podrían tener un instrumento poderoso de comunicación si hicieran poesía confesional, no sólo cesiones y contra cesiones. Menos aún declaraciones de que su ex partido es corrupto cuando tuvieron fama pública al ejercer el poder, de ser modelo de corrupción.

Aunque escribir poesía en el contexto de la equidad social y la justicia ambiental, es una forma de hacer política no partidista. Una poesía necesaria en estos tiempos aciagos.


Carlos Gómez Flores

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