jueves, 15 de mayo de 2014

TARDE, MAL Y NUNCA

Imagen tomada de internet
Irapuato, Guanajuato es una ciudad media que puede perder sus encantos provincianos si sus habitantes no cuidan la identidad cultural -magnífica por cierto-, que les han heredado sus antepasados otomís, purépechas y españoles.
Soy amigo de la globalización pero sin que ésta afecte los valores locales como pareciera estar ocurriendo en esta ciudad que fue epicentro poderoso en los tiempos en que la región del Bajío, era conocida como el granero de México.
Según la evidencia empírica y de acuerdo a los datos estadísticos de sus actividades productivas, Irapuato es un lugar que no tiene clara su vocación económica.
La que fuera una potente actividad agrícola, que aprovechó la buena tierra de llanura existente, ahora se centra en el monocultivo de la fresa que ha sido un arma de dos filos pues le ha dado fama internacional a Irapuato pero ha empobrecido la calidad de sus suelos.
Los productores de jitomate y de trigo que quieren apostar a un cultivo distinto al de la fresa hacen largas filas ante los monopolios que compran sus productos que les pagan tarde, mal, o nunca obstaculizando la diversificación de la producción agrícola que ciertamente sería deseable para encarar la amenaza que se cierne sobre la población mexicana ante la crisis alimentaria.
Las personas jóvenes de Irapuato ya no se están empleando en el campo, les resulta atractivo trabajar en las armadoras de automóviles que han venido a cambiar el mercado de trabajo local, porque tal vez piensan que es más prestigioso ser un obrero o técnico de tres turnos, que generar riqueza en las parcelas de sus mayores.
Muchos propietarios de la tierra prefieren vender sus hectáreas para que sean parte de emprendimientos japoneses, antes que cultivarlas. De facto, estas empresas privilegian para sus mandos medios y superiores a profesionales japoneses, reservando para los mexicanos posiciones menores desde las que difícilmente escalarán hacia puestos directivos.
Es notable que no está ordenado el territorio de la ciudad de Irapuato de acuerdo a su uso de suelo. Por ejemplo, exactamente a un costado del moderno hotel en el que me hospedé había por lo menos tres hectáreas de tierra preparadas para ser cultivadas, mismas que se podían observar desde la ventana de mi habitación. Espero que el dueño de esas tierras de labranza no las venda al hotel, -que es una franquicia extranjera- , para hacer albercas. No tengo nada en contra de las piscinas pero en el Bajío hay serios problemas de abasto de agua, principalmente para consumo humano.
Don Guillermo Schiavon Zeni, expresidente de la CANACINTRA expresa su preocupación sobre el futuro de Irapuato. Él es un empresario de la agroindustria que cree que con mejores prácticas de producción podría haber mejores resultados, por esa razón cuando le hablo de que es probable que el empresario brasileño Joao Valle ofrezca una conferencia en calidad de líder de los empresarios agroindustriales de su país, sobre agricultura orgánica, muestra un gran interés porque sabe que la agricultura de Irapuato puede renacer con fuerza.
Romper el paradigma de los pobladores citadinos que catalogan de “huarachudos y ensombrerados” a los que se dedican a los menesteres del campo, es muy difícil. Qué bueno sería que esos críticos comprendan que puede llegar el momento en que sus descendientes se vean afectados por la falta de alimentos y entonces deseen haberse dedicado a lo agrícola, en lugar de ser empleados sin identidad de empresas trasnacionales.
En Irapuato puede haber futuro si se paga bien y a tiempo a los que labran la tierra y cultivan alimentos. Debe detenerse el abandono de hombres y mujeres de las labores del campo. Aunque sería deseable que los jóvenes reemplacen a los actuales productores agrícolas cuyas edades fluctúan entre los sesenta y setenta años de edad, quienes podrían seguir siendo parte del ecosistema productivo con sus conocimientos y experiencia.

Carlos Jesús Gómez Flores

viernes, 9 de mayo de 2014

HOMENAJE A ROGELIO MADERO

Foto tomada de Internet
Lo conocí en 1991. Prácticamente lo convencí de algo que ya él deseaba hacer: Regresar a su país de origen. El escultor lagunero Rogelio Madero procedía de la misma estirpe del apóstol de la democracia. Su aspecto físico gritaba su origen familiar.
Antes de su retorno vivió por muchos años en Albuquerque, Nuevo México. Había adquirido fama mundial por la calidad de sus esculturas. Algunas de sus obras están entre las pertenencias de connotados políticos estadounidenses y mexicanos. Incluso la Reina Isabel II cuenta con una de ellas.
A finales de ese año de 1991 decidió traer él mismo parte de su herramienta de trabajo en una camioneta con un gran remolque. Lo esperé en el lado mexicano del Puente Colombia en Nuevo León y lo llevé a Bustamante para que descansara. Allí le presenté a mi madrina la gran promotora social Lucy Herrera. La primera credencial de elector que tuvo Rogelio la obtuvo en ese municipio que siempre abre sus brazos a los buenos visitantes.
Para este personaje su proyecto inmediato era establecer una escuela de escultura en Monterrey y el mejor lugar para ello fue el Parque Fundidora que dirigía entonces el innovador Jorge Fernández, un funcionario inusual por su apertura y creatividad.
Así es que Rogelio ya de 55 años pero con una gran vitalidad se instaló en ese emblemático lugar para realizar obras monumentales que afortunadamente subsisten salvo la bella escultura “El Rehilete” que desapareció del Parque Niños Héroes dela ciudad de Monterrey.
No logró consolidar en el Parque Fundidora su escuela de arte y diseño y se trasladó a su lugar de nacimiento. Ya en Torreón su amigo el empresario Pedro Luis Martín Bringas le ofreció la dirección de la Casa del Artista “Ana Mary Bringas de Martín” y allí Rogelio estuvo varios años hasta que estableció en un espacio muy digno, su taller que también funcionó como escuela privada de escultura y diseño.
Prácticamente un poco más de diez años duro el reencuentro de Rogelio con su terruño y allí hizo pronto amigos dentro del gremio empresarial de la CANACINTRA siendo un hombre muy querido y respetado. En este tiempo validó su querencia por la Tierra a través de su contacto con actividades locales que organizaban ambientalistas, -también amigos suyos-, y en las que participaba ampliamente. En ese tiempo creó la escultura “Manto de la Virgen” que ya constituye un ícono para los torreonenses.
La última vez que lo vi fue en febrero pues lo invité a asistir a la presentación de la campaña “Yo con Jimulco” que la Fundación Mundo Sustentable de la mano de la Fundación Jimulco organizó en el Museo Arocena. Rogelio estaba comprometido con esta reserva municipal y anhelaba establecer allí un taller para enseñar sus conocimientos a los pobladores de esta parte de Torreón insuficientemente comprendida y apoyada por sus ciudadanos.
Su hijo mayor, del mismo nombre y de profesión médico estaba dispuesto a acompañar a su padre para emprender los trabajos del taller y con sus utilidades apoyar la reforestación de este lugar.
Mi insustituible amigo, el arquitecto y escultor Rogelio Madero De la Peña nació en Torreón Coahuila el 25 de septiembre de 1936. Al morir en esa misma ciudad el pasado 1 de mayo contaba con 78 años de edad de los cuales 55 los dedicó a su profesión. Recibió reconocimientos internacionales, nacionales y locales por su arte. Hizo prometer a Elvia su viuda y a sus tres hijos, Rogelio, David y Daniel, que pidieran a quienes quisieran enviar flores a su última morada que hicieran mejor un donativo a la Fundación Jimulco A.C. en la cuenta número 405 492 8064 del banco H.S.B.C.
Era de pocas palabras, las suficientes, y aunque era de carácter férreo, Rogelio fue todo un caballero con sus jeans holgados y tirantes, con la barba casi blanca y una risa sincera cargada de picardía que aparecía de pronto, para quedarse.

Carlos Gómez